21 de marzo de 2005

ALGUNOS ATRACTIVOS DE LAS CINCO REGIONES CULTURALES DEL ESTADO DE HIDALGO

Como es bien sabido por mucha gente, nuestra entidad posee un profundo acervo y diversidad cultural únicos, además de una incalculable riqueza natural.
Bastan unos cuantos kilómetros para cambiar de escenarios geográficos, bastan pocas horas para disfrutar distintos pueblos y ciudades de gran belleza, con su etnografía propia, y con sus múltiples paisajes y climas. Todo con el respaldo de una singular tradición e historia muy antiguas.
Así, se han delimitado cinco regiones típicas, que responden a ciertos criterios de carácter más bien geográfico: Región Pachuca, Valle del Mezquital, Tula-Tepeji, Tulancingo y Sierra y Huasteca Hidalguense.

En la ruta de los minerales o Región Pachuca, encontramos interesantes ejemplos de monumentos históricos, tanto de arquitectura civil como religiosa. En la capital del Estado de Hidalgo podemos admirar al antiguo colegio y convento franciscano con todos sus anexos, fundando en 1596; el Hospital y convento de San Juan de Dios, construido a partir de 1725; la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción fechada hacía 1553, con su relevante colección de pintura colonial, además de otros templos ubicados en distintos barrios de la ciudad. Del mismo modo, merecen destacarse dentro de esta región, los conventos de Zempoala, Epazoyucan, Villa de Tezontepec, Atotonilco el Grande, y las iglesia de Real del Monte, del Chico y Tizayuca.
Dentro de los monumentos civiles e industriales de la región, sobresalen la Hacienda de Purísima Concepción construida en la segunda mitad del siglo XVI y en donde Bartolomé de Medina perfeccionó su sistema de beneficio de metales, conocido como amalgamación y el edificio de la Caja Real levantado en 1670, ambos en Pachuca; cerca de Huasca encontramos las Haciendas del conde de Regla y en Mineral del Chico la antigua casa del marqués del Villar; en Real del Monte predomina entre otros, la casa del Caballero de Calatrava construida en 1733.
Por su parte Santa María Tecajete, tiene atractivas haciendas pulqueras y Zempoala posee la más importante construcción civil de la colonia, de todo el siglo XVI: el acueducto del padre Tembleque.
En el ámbito arqueológico despuntan las minas prehispánicas de obsidiana en el cerro de las navajas, las pinturas rupestres de Bermúdez en Huasca y los sitios arqueológicos de Pachuca, uno ubicado cerca del panteón municipal y el otro en Carboneras en el municipio de Mineral del Chico. En Zempoala existen unas plataformas arqueológicas. También encontramos vestigios arqueológicos en el municipio de Mineral de la Reforma.

En la segunda región, identificada como el famoso Valle del Mezquital, existen monumentos históricos en los cuales se conservan ciertas manifestaciones artísticas indígenas, el ejemplo más notable se encuentra en la parroquia y ex convento de Ixmiquilpan.
En la capilla de Santa María Amealco, en Chapantongo, se encuentra un jeroglífico prehispánico y las cruces atriales de Alfajayucan, Huichapan y Tezoquipan poseen asimismo, elementos indígenas.
Monumentos históricos con estilo barroco y churrigueresco se encuentran en Huichapan. La capilla del Carmen, la iglesia de Orizabita en Ixmiquilpan y el Santuario de Cardonal, son buenos ejemplos de estos recargados estilos artísticos.
Existen construcciones aparentemente modestas como la capilla de Yonthé Chico, Alfajayucan. Portezuelo, Tasquillo, y otras que son muy meritorias de una placentera y educativa visita.
Las haciendas y ranchos históricos no son escasos en municipio de Huichapan, donde se encuentra además, un importante acueducto. Otro puente muy interesante del siglo XVII se conserva en Ixmiquilpan.

Respecto a Tula-Tepejí, podríamos decir que en sus municipios abundan los sitios arqueológicos sobresaliendo por supuesto Tula, donde se construyó una importante ciudad o metrópoli, que alberga a los gigantes de piedra o mejor conocidos, atlantes.
En Mixquiahuala existen basamentos piramidales; y montículos prehispánicos hay algunos registrados en Ajacuba - vestigios de una fortaleza arqueológica- y en sitios como Chingú, en Atitalaquia, San Agustín Tlaxiaca y en Tepejí del Río.
Dentro de los monumentos históricos destacables de esta región, podemos señalar los de Actopan y su impresionante convento agustino, Tepejí, Tula, Tlahuelipan, Tepetitlán, Atotonilco de Tula, Tlamaco y Yolotepec. Por su parte en Michimaloya y Santa María del Pino existen capillas abiertas.
En Tetepango, Atitalaquia y San Salvador podemos encontrar manifestaciones artísticas del barroco.
En Actopan se conservan además acueductos, puentes, fuentes y kioscos, propios de una ciudad colonial.

La región de Tulancingo cuenta del mismo modo con una abundante riqueza patrimonial arqueológica. En Huapalcalco encontramos pinturas rupestres en acantilados y abrigos rocosos. La zona arqueológica de Huapacalco fue un sitio estratégico comercial de los teotihuacanos donde también hubo influencia de la cultura tolteca. Aquí podemos encontrar un sorprendente basamento en forma de pirámide que sirvió como centro ceremonial.
Tenango de Doria y Santiago Tulantepec, sobresalen igualmente por su material arqueológico, en tanto Acatlán y Santa Ana Hueytlalpan son reconocidas por sus sitios de petroglifos. Agua Blanca también tiene petrograbados con formas geométricas y motivos animalísticos.
La catedral de Tulancingo sobresale como uno de los más importantes monumentos históricos, amen de que la bella ciudad cuenta con otras edificaciones históricas como la Casa de los Chabacanos.
El exconvento de San Miguel de Acatlán tiene una incomparable colección documental y objetual, en tanto debemos destacar también la parroquia de Huehuetla.
Son muy importantes y dignos de ser visitados, los retablos de Santa María Nativitas, Cuautepec y los de la parroquia del señor de Singuilucan.
En Cuautepec podemos admirar una antigua hacienda agrícola y ganadera.
La región tiene como producciones artesanales, buenos ejemplos de alfarería industrial, textil, fundición y máscaras, entre otros.

La última región, es decir la Sierra y Huasteca Hidalguense es una de las más hermosas postales de nuestro Estado y es definitivamente muy significativa en materia de patrimonio cultural, pues en ella se asentaron grupos humanos prehispánicos como los tepehuas y los huastecos.
En el municipio de Mezquititlán encontramos por ejemplo, pinturas rupestres, las famosas pinturas de Xoxoteco y la iglesia de San Nicolás que posee un hermoso retablo virreinal.
En los alrededores de Metztitlán existen sitios y plataformas arqueológicos, la parroquia de la cabecera, antiguo convento agustino cuenta con una vasta pintura religiosa.
También es destacable el exconvento de Molango, y la hoy catedral de San Agustín de Huejutla, misma que algún tiempo sirvió para alojar un convento franciscano. En Xochiatipan podemos admirar una parroquia del Siglo XVI.
Muchos otros municipios cuentan con sitios, esculturas o monumentos arqueológicos, es el caso de Calnali, Chapulhuacan, Pisaflores, Tepehuacán, Huautla, Jaltocán y Yahualica.
La producción artesanal en la región es muy variada y va desde objetos de barro, de palma, deshilados, objetos de fibra de lechuguilla, canastas de palma, de bejuco, campanas, sillas de madera, objetos de cuero y de pirotécnica.
Todo este vasto patrimonio, visto sólo a vuelo de pájaro, no es ni de lejos, el único que tiene el estado de Hidalgo, y se requeriría invertir horas, desde luego muy provechosas, en la búsqueda de sorpresas que seguramente encontraremos, y que no están consignadas en ninguna guía escrita. Hay que descubrirlas uno mismo. ¡Conozcamos Hidalgo, vale la pena!

Email: alvavi@esmas.com


HOMO LUDENS

HOMO LUDENS

Una magna obra literaria del historiador holandés Joahan Huizinga lleva por sugestivo título HOMO LUDENS, en este espléndido texto, el autor se propone evidenciar la insuficiencia de las imágenes convencionales del “homo sapiens” y del “homo faber”.

Dedujo primero, que el hombre no es tan razonable o reflexivo como gustaba de creer en el siglo XVIII. Después se sugirió por los antropólogos el distintivo de “el animal que crea herramientas”, sin embargo existen algunos animales “inferiores” que utilizan ciertos objetos a modo de instrumentos. De tal suerte, que Huizinga propone la designación de “el hombre que juega”. Si bien casi todos los animales juegan.
Desde entonces, ha habido otras designaciones para el hombre moderno como la que da Giovanni Sartori del hombre atrofiado por la televisión, u homo videns.

En la obra que nos interesa HOMO LUDENS, el escritor holandés pretende demostrar que el hombre es el único ser vivo que llora, (no que lagrimea), y lo hace impulsando, no por una función fisiológica, sino por motivos puramente emocionales.
Del mismo modo, el hombre es la única especie animal que ríe por el mero placer de hacerlo. Para ello se vale del juego, el que históricamente y bajo diversos matices ha sido la función peculiarmente humana, y el fenómeno cultural más importante, además de pensar y trabajar.

Desde un sentido agonal, es decir competitivo, hasta un sentido sacro es decir religioso, el hombre ha jugado con casi todo lo que le rodea en la naturaleza. Desde el bebé que mientras no se alimenta o duerme, hace górgoros con el único fin de jugar, hasta formas más sofisticadas de juego, que encontramos en la poesía, el arte, la filosofía, el lenguaje, el derecho y la literatura.
En estas áreas del saber y sentir humanos, identificamos elementos lúdicos que Huizinga nos detalla en múltiples culturas humanas que van desde las griegas, hebreas, africanas, esquimales o mexicanas; pero especialmente europeas, que en épocas tan dispares como la medieval, la renacentista y la moderna, se han manifestado en innumerables formas; concluyendo con el juego profesional o de deporte el cual conocemos en diversas modalidades tales como: entretenimientos de mesa en los que se incluyen el ajedrez, los naipes, o los juegos de azar, hasta las olimpiadas y otros eventos internacionales.

Huizinga nos da todo un paseo magistral filológico respecto a las raíces etimológicas de la palabra juego, y finaliza reflexionando acerca de que el juego se ha hecho demasiado serio, cuyos elementos lúdicos y estados propios del jugar como el misticismo, la recreación, la diversión y espontaneidad, han mermado para favorecer la reglamentación y hasta la retribución económica para los que juegan.

El juego es para Joahan Huizinga, la génesis y el desarrollo de la cultura que poseen una forma lúdica: Al dar a conocer esta obra, tenía la pretensión de mostrar que el juego debe ser concebido como fenómeno cultural, y no, como función biológica.

Huizinga define el juego como “lo no serio”, y si pensamos un poco en estas palabras, veremos que la vida está llena de esas posibilidades, (mientras rayamos una hoja al hablar por teléfono, al jugar con alternativas, o en casos extremos, los jugadores compulsivos). En resumen como dice el propio Huizinga en el prólogo de su HOMO LUDENS: “Cuando examinamos hasta el fondo la medida de nuestras acciones, puede ocurrírsenos la idea de que todo el hacer del hombre no es más que un jugar.

Quien se dé por satisfecho con esta conclusión metafísica, hará mejor en abandonar el libro”.

Desde luego lejos de abandonar esta deliciosa lectura, la recomiendo ampliamente. Se encuentra disponible en Alianza Editorial, Madrid, y fue escrito en 1938.

Joahan Huizinga, nació en 1872 y murió en 1945 originario de los Países Bajos, fue catedrático en Groninga y Leyden, presidente de la Real Academia de Holanda. Otro de sus títulos es “El otoño de la edad media”.