15 de abril de 2007

DE VUELTA A CASA

Tenía semanas que el pajarillo que se ve en la foto no venía a dormir al patiecito de mi departamento. (ver entrada: El botón faltante de una camisa bonita).
Sucedió que de pronto, este nuevo vecino, o mejor dicho, inquilino, adoptó el lazo que usa mi mamá para colgar su ropa lavada. Eso sí, el delicado visitante volaba si alguien entraba a su cuarto o se le molestaba prendiendo la luz de su nueva casa.
Este comentario es muy digno de hacerse, porqué hay en la unidad habitacional Pachoacan, cientos de departamentos y vino a elegir precisamente el nuestro para curar la fatiga. Podría pensarse que al intruso le gustan Los Beatles o el rock, las baladas en inglés, el danzón y hasta las canciones italianas que siempre se escuchan obligatoriamente aquí, pero mejor me quedo con la idea de que el lazo representa una buena cama y un confortante descanso después de un ajetreado día de andar volando aquí, volando allá, buscando el alimento diario, buscando amor, y disfrutando la maravillosa creación. Es bueno desplazarse por el cielo azul, sentir el aire en el rostro, sentir, finalmente, la vida. Al fin y al cabo, el hogar está siempre ahí, esperandonos, quieto, cálido, amoroso y sin preguntas.
Sin embargo en otras ocasiones, al mirar el lazo vacío, me acuerdo de la canción de John Lennon que dice. Una vez yo tuve una chica o debo decir ¿ella me tuvo a mi? El pájaro ha volado...

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