4 de septiembre de 2016

UNA TARDE CUALQUIERA

Era una tarde cualquiera en Pachuca, con esa ventisca acostumbrada, con ese sol pícaro, con esas nubes amigas y un cielo azul del cual es bien difícil tener un poco de desapego.

Era una plaza pública, una de esas pocas que existen en la ciudad, acaso célebre por su evidente abandono por parte de las autoridades. Empero, es la placita más céntrica y aun así, no seduce en lo más mínimo para ser visitada, a lo mejor por su complejo acceso. Diría yo que es un gran servicio sanitario, porque huele a orines todo el tiempo, aunque sinceramente no es sucia del todo. Está ubicada en una calle vehicular y no peatonal y quizá esa posición estratégica la hace única. Para mí significa algunos recuerdos tempranos porqué era frontera con mi antigua secundaría. 

En esa plaza, de pronto me vi atrapado en una estampa envidiable que Dios  me convidó: Don Pedro fue a comprarle una  coca cola a doña María, en él se notaba un algo de emoción y un envidiable gusto por vivir y un compartir un día más; en ella, algo de indiferencia o probablemente algo de miedo o hasta de memorias dolorosas. Pero  la dama aceptó el refresco; él, muy caballeroso, le compartió una monedas en el delantal de María. Ella seguía tejiendo. Creaba obras de arte que nadie comprenderá y que nadie valorará. Yo si pudiera, compraría ese tejido valioso, porque Dios le movía las manitas como se le hace a una linda títere, y ¡¡Cómo no amar una prenda así!! Ellos son amigos pero sospecho que Pedro está enamorado de María. Son dos ángeles y no importa su pasado ni por que llegaron a este bendito día que tuve el privilegio de ver la escena mágica y de capturar el ensueño del amor. Me di cuenta que ante esta realidad no sirve de nada escribir en una computadora la reflexión, mientras otros pasan hambre y frío, pero viven su vida de una forma tan linda. Es decir, le sonríen a la vida con una boca que no tiene dientes. Pero todas las sonrisas son bellas porque son humanas, aun así yo creo mucho más en las sonrisas desdentadas.

Mi vida aunque no ha sido nada fácil, (pobreza extrema, enfermedades incurables, traiciones amorosas y otros), es un verdadero paraíso frente a otros hermanitos que admiro mucho: María y Pedro me dieron la lección más grande mi vida. El amor existe, Hollywood es una ideología impuesta, Televisa es una basura absoluta  para el cerebro, Dios existe. El amor es la única razón por la cual estamos vivos.

Sigo siendo el favorito de Dios porque Él me da estos momentos tan sublimes. He vivido de todo, pero nunca me sublimé tanto hasta que vi la sonrisa linda de Pedro, guapo, formal, cuida coches quizá.
Un dialogó que penetro mi corazón fue el siguiente:
-Pedro: Tengo que ir a hacer los moldes
-María:  Mañana vas
-Pedro:  Bueno mañana voy.

¡Que hermosura! Él sólo quería un justificante y ella se lo dio. Así es de agraciada, de compleja y de sencilla la vida. A veces pienso que yo estaba solo, mirando las sombras con las que juega el rey sol, cuando se aburre en las tardes y que de pronto a mis espaldas aparecieron dos avecitas que hicieron todo lo que dije antes.

Sea lo que sea, otra vez me siento agradecido por el gran privilegio de vivir ese momento mágico e imborrable, y el otro crédito sí me lo doy yo. Soy un afortunado de haber tomado esta preciosa foto. Bendiciones María y Pedro por enseñarme la otra cara de la felicidad, gracias por existir. ¡De verdad los amo!



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